Donde la Virgen se convirtió en “india” para llevar el Evangelio a América
por Michele Brambilla
En la audiencia del 23 de agosto, el papa Francisco aborda «un caso de inculturación milagrosa», como lo ha definido nuestro militante Giulio Dante Guerra (Cristianità, Piacenza 1992), es decir las apariciones marianas de Guadalupe, en México, que es «una fuente viva. ¡Los mexicanos están contentos! Por supuesto, el Evangelio ya había llegado allí antes de esas apariciones, pero desafortunadamente también había sido acompañado por intereses mundanos. En lugar de la vía de la inculturación, se había recorrido con demasiada frecuencia el apresuramiento de trasplantar e imponer modelos preestablecidos —europeos, por ejemplo—, faltando al respeto a los pueblos indígenas», argumenta el Pontífice.
«La Virgen de Guadalupe, en cambio, aparece vestida con las ropas de los autóctonos, habla su idioma, acoge y ama la cultura del lugar: María es Madre y bajo su manto encuentra lugar cada hijo. En Ella, Dios se hizo carne y, a través de María, sigue encarnándose en la vida de los pueblos» según su fisonomía. «El Evangelio se transmite en la lengua materna», de hecho, Nuestra Señora se dirige al vidente de Guadalupe, el indio San Juan Diego, en lengua azteca. El papa también señala que «Nuestra Señora siempre elige a los sencillos, en la colina del Tepeyac en México como en Lourdes y Fátima», destacando el vínculo entre las apariciones marianas más importantes de la era moderna.
Francisco luego narra la conocida historia del nacimiento de la imagen milagrosa en la tilma (manto) de Juan Diego, venerada en el santuario de Guadalupe. El milagro sucedió para convencer a Mons. Juan de Zumárraga (1468-1548) de la veracidad de la aparición: el obispo y los presentes quedaron impresos en los ojos de la imagen mariana, como señala el propio Pontífice. Las dificultades que tuvo el vidente para hacerse entender por el arzobispo español de la Ciudad de México nos recuerdan que «a pesar del celo, llegan los imprevistos, a veces de la propia Iglesia. De hecho, para anunciar no basta con dar testimonio del bien, hay que saber soportar el mal. No olvidemos esto: es muy importante para anunciar el Evangelio no basta con dar testimonio del bien, sino que hay que saber soportar el mal. Un cristiano hace el bien, pero soporta el mal. Ambos van juntos, la vida es así. También hoy, en muchos lugares, para la inculturación del Evangelio y evangelizar las culturas se necesita constancia y paciencia, no hay que temer a los conflictos, no hay que desanimarse. Estoy pensando en un país donde los cristianos son perseguidos, porque son cristianos y no pueden practicar su religión bien y en paz», añade el papa sin dar nombres.
«Juan Diego deja todo y, con el permiso del obispo, dedica su vida al santuario. Acoge a los peregrinos y los evangeliza. Es lo que sucede», explica el Santo Padre, «en los santuarios marianos, meta de peregrinaciones y lugares de anuncio, donde cada uno se siente en casa —porque es la casa de la madre, es la casa de la madre— y siente la nostalgia del hogar, es decir, la nostalgia del lugar donde está la Madre, el Cielo».
Los santuarios son un gran recurso para la nueva evangelización, porque allí los fieles encuentran esa espiritualidad y esa atención a la persona que, lamentablemente, no siempre es posible en las parroquias. Dirigiéndose a los peregrinos polacos, el papa menciona también el santuario de Częstochowa, donde les pide rezar siempre por Ucrania.
Jueves, 24 de agosto de 2023