El mundo contemporáneo está cada vez más marcado por la crisis en las relaciones. En primer lugar, debemos trabajar en ellas para detener la carrera hacia un nihilismo que empeora cada vez más.
por Marco Invernizzi
“Actualmente ya no se puede ser cristiano como simple consecuencia del hecho de vivir en una sociedad que tiene raíces cristianas: también quien nace en una familia cristiana y es formado religiosamente debe, cada día, renovar la opción de ser cristiano, dar a Dios el primer lugar, frente a las tentaciones que una cultura secularizada le propone continuamente, frente al juicio crítico de muchos contemporáneos”.
Estas palabras del papa emérito, pronunciadas por Benedicto XVI en la audiencia del miércoles 13 de febrero de 2013, me parecen la mejor manera de desear un saludo navideño a quienes siguen el sitio y las actividades de Alleanza Cattolica. Porque las mismas nos confrontan con la dura y triste realidad del secularismo que avanza, pero no son palabras sin esperanza, todo lo contrario. Nos dicen solo lo que vemos todos los días: el cristianismo, desde hace mucho tiempo, ya no es el sentido común de nuestro pueblo. Entonces de nada sirve gritar, protestar, escandalizarse y, luego, cerrarse tranquilamente creyendo que, nosotros los pocos que quedamos, somos los únicos “buenos”, los que tienen la razón: pobres de los demás.
Esto no es cristianismo, y sobre todo esta no es la enseñanza de Cristo. Más bien, es la actitud falsamente aristocrática de alguien que se considera superior, que se encierra en el “grupo” de los elegidos y mira con desprecio el desarrollo de los acontecimientos. Benedicto XVI también condenó esta manera equivocada de ser cristiano en la encíclica Spe Salvi, recordando que el hombre es un ser social, o un animal político diría Aristóteles, que no se salva a sí mismo, sino a través de las relaciones que establece con los demás. Cristo fue a buscar a los pecadores, a los enfermos, a los que necesitaban de un médico.
Incluso el hombre contemporáneo necesita un médico especial que le cure el alma. Nosotros primero. Pero si por la Gracia recibida el bautizado tiene un poco de conciencia de esta dramática situación del “mundo agonizante”, entonces tiene el deber de “salir” de sí mismo, de ir a buscar al enfermo, de inclinarse hacia una sociedad herida para hacer todo lo que esté a su alcance para construir un mundo mejor, partiendo de los entornos pequeños o grandes que frecuenta.
Nuevas batallas nos esperan en 2022. Los posibles referendos sobre drogas y la eutanasia, pero sobre todo las batallas culturales, principalmente aquella para llamar la atención de una clase dirigente distraída o ideológicamente indiferente sobre el tema del suicidio demográfico. Todos los años el Istat nos recuerda que el número de nacimientos está disminuyendo en Italia (y en la pandemia ha aumentado el número de muertes), pero tras las habituales reacciones de fachada de intelectuales, periodistas y políticos todo sigue como antes. Sin políticas importantes de apoyo a la familia y, sobre todo, sin atención cultural a la célula fundamental de la sociedad. Al fin y al cabo, no es de extrañar: los matrimonios están disminuyendo drásticamente, sobre todo los religiosos, como nos recuerda el Istat, y me temo que no es solo un problema ligado a la propagación de la COVID 19; las separaciones y divorcios, en cambio, aumentan. Todo esto lleva a muchos a considerar a la familia como algo innecesario, quizás superable.
Las relaciones están enfermas y son estas en las que hay que trabajar. Por supuesto, las relaciones dependen de las personas, pero pocas son realmente conscientes de lo importante que es en una era de crisis reiniciar a partir de las relaciones, incluso las más pequeñas, haciendo todo lo posible para hacerlas más fuertes, más duraderas, más capaces de expandirse y de generar ambientes.
Como repite a menudo el papa Francisco, quejarse no es una actitud cristiana. Necesitamos confiar en Dios, que no ha dado la espalda a los hombres, y necesitamos un gran deseo de ir más allá de nosotros mismos.
La Navidad puede ser la ocasión para que todos pidan al Niño Jesús obtener para sí mismos esta importante Gracia.
Miércoles, 15 de diciembre de 2021